viernes, 22 de febrero de 2008

14:00 Horas

A lo lejos oigo un sonido. Me resulta familiar a la vez que estridente. Es el puñetero despertador. No puede ser. Ya son las dos de la tarde. Y yo con estos pelos. Enciendo la luz, y me doy cuenta de que está toda la habitación revuelta, a parte de ese pegajoso olor a tabaco/humo que lo inunda todo.

Me levanto. Mis compañeros de piso ya están levantados. La escena no deja de ser cómica. Tres tíos en la cocina, en pijama, con cara de recién levantados y con movimientos lentos, propios de un anciano con artrosis.

Es el mejor momento. Cuando te levantas después de una noche de fiesta, y empiezas a comentar todo lo sucedido hace unas horas. Eso si que no tiene precio. Cuando ellos te cuentan que hiciste tal o que hablaste un buen rato con fulanita a la que no podías ni ver, o que invitaste a alguien que conoces de vista a unos chupitos, o peor, que te has liado con alguien que realmente no recuerdas con nitidez. Claro que si, para eso están los amigos.

Tras comentar todas esas jugadas, nos sentamos a la mesa. A mi, afortunadamente, mi amigo el Cacique no me da resaca. Eso si, el estómago lo tengo un poco delicado y parece que me haya pasado una apisonadora por encima. Pero no se que pasa, que los días de después de fiesta, no puedo comer, no tengo hambre. Yo me como un trozo de queso y unas papas. Ellos, los cabrones, se hacen un buen arroz a la cubana. Y seguimos comentando.

Y de repente te acuerdas del móvil. Mandaste realmente ese mensaje o fue tu ciego? Leíste lo que leíste o fue tu imaginación? Eso también es una de las mejores cosas de los días de resaca, descubrir que leches has hecho con el móvil.

Después de ponernos de acuerdo en quien iba mas ciego y quien fue el que mas tiró los trastos, me dispongo a arreglar mi habitación y ducharme. Odio con toda mi alma el olor de la ropa a tabaco. Y eso que antes era fumador y tal, pero ese olor no lo soporto. Me puede.

Y entonces es cuando te entra el bajón de saber que tienes que ducharte, hacerte la maleta y coger el tren para ir a casa. No me apetece nada. Siempre que salgo algún jueves, nunca me apetece irme a casa al dia siguiente. Con lo bien que se está aqui en el piso. Sería el amo del piso todo el finde.

Pero no puede ser. He prometido que ire este finde y debo ir. Me invade una sensación de tristeza y astío que puede conmigo. Me agota viajar en tren para estar en casa un día. Y en esa casa. Esa casa que durante años ha sido TU casa, pero que cada vez que vas hay algo diferente, algo que te hace pensar que algo está pasando y que esa ya no es la casa que tu recordabas, y poco a poco te vas dando cuenta de que has perdido el concepto de tu casa. De que cada vez es menos casa.

Aún así, me voy este finde. Supongo que tras una buena ducha para quitarme el olor a humo y tal, me haré a la idea de que en un día vuelvo.

Me lo pasé bien, pero nada comparado con otras ocasiones.......

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