jueves, 11 de diciembre de 2008

Ignorante

Su corazón estaba hueco. No había nada en el. Sonaba igual que una caja de bombones de metal vacía. Estaba en la parte final de su vida, y su corazón no había sentido nunca nada. Años y años de vivir en la sombra, escondido, con la muerte echándole el aliento sobre el cuello. Años en los que mató, asesino a gente. Aún recuerda cuando acabó con la vida de 40 civiles en Edimburgo. Ordenes de arriba. Se había pasado toda su vida obedeciendo ordenes que le dejaban indiferente. Había violado a mujeres y torturado a miles de hombres. También recordaba como, después de violar reiteradamente a Elisabeth, la mato con la almohada.

Eran escenas que no se borraban de su cabeza con el paso de los años. Escenas que hacían que su mente pensara si lo que hacía realmente, estaba en la linea del bien o del mal. Pero ese era su cerebro. Su corazón, en sus 32 años de servicio al país, no le había mostrado nada, no le había enseñado nada, no le había hecho derramar una lagrima por nadie o tener sentimientos afectivos hacia alguien. Cuando recibía la orden, la ejecutaba. Solo pensaba en la manera de ejecutar, pero no en las consecuencias finales.

Era un hombre que había hecho sufrir a multitud de personas, que había negado la libertad y la vida a decenas de hombres y niños. Y nada de ello le había hecho cambiar. Decidió dedicarse al espionaje internacional porque pensó que eso sería un aliciente y una manera de reaccionar, de conseguir sentimientos, de lograr sentir algo en su negra vida. Pensó que dedicándose a ello seria una mejor persona y lograría llegar a sentir lo que la gente normal siente por sus hijos o sus amigos.

Pero no, eso no había pasado, no había mostrado sentimientos por nada ni por nadie. Jamás.

Entonces la enfermera le preguntó:

- ¿Se ha enamorado alguna vez agente Lipton?

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